Propuesta
Foto de Taller Baliero

El objetivo de la cátedra, como es natural, son los alumnos, obviamente no puede existir una cátedra sin alumnos pero, sin embargo, son muchas las veces que la cátedra está tan prefabricada que parece olvidarse este hecho tan claro.
Por esta razón, creemos que la función esencial de la cátedra es permitir el desarrollo de cada alumno dentro de su propia y particular personalidad. Es por eso que no propiciamos ningún “estilo”, aunque los integrantes de la cátedra tengan sus propias preferencias. Queremos convertir en viables las propuestas de cada alumno y ayudarlo a encontrar las formas de resolverlas.
Exigimos, eso sí, respuestas funcionales a los problemas, y entendemos por función, no un mero esquema circulatorio sino, por el contrario, cumplir con todos los factores biológicos y culturales posibles. Dentro de este marco se sitúan los factores técnicos, ya que no es posible concebir una obra sin las maneras de realizarla. En rigor es como si un pintor imaginara cuadros pero no supiera usar la tela, los pinceles o los colores. Creemos que solo queda en la cabeza del no - autor. Decimos no - autor ya que para ser autor tiene que estar bien hecha.
Esto no significa adecuarse a un tratado de construcciones, sino elegir, creativamente, las formas más convenientes y ponderar, también, todas las exigencias externas sociales, o sea de los destinatarios, que inciden en los contenidos. Creemos que el arquitecto es un servidor de la sociedad y no aquel que impone autoritariamente un gusto a ésta.
Pensamos, también, que para cada alumno asuma los temas generales propuestos debe participar en su elaboración más detallada junto con los docentes.
En definitiva, no deseamos imponer una forma de hacer las cosas sino que todas las posibles se pueden materializar. Estos son los principios generales. En cuanto a los temas a desarrollar van a ser, básicamente, temas urbanos y de esa escala, escala de nuestras ciudades pero sin descuidar, simultáneamente, la escala individual. En resumen los proyectos serán para la existencia social de cada persona que vive en la gran ciudad, pero reconociendo, asimismo su propia individualidad.

La enseñanza del Diseño Arquitectónico, creo que debiera llamarse sencillamente Arquitectura, es la razón de la carrera. Aquí deberán converger y utilizarse adecuadamente todos los conocimientos proporcionados por las materias auxiliares para llegar a un objeto único. Este objeto es el proyecto. Proyecto que expresado a través de un sistema de signos convencionales permitirá realizar la obra, objetivo final de este proceso.
Aquí en la Facultad, por lo tanto, enseñar a proyectar es la meta propuesta.
El proyecto surge de un proceso intelectual complejo, ya que se deberá imaginar un objeto concreto y real, pero que no existe, para que a través de las convenciones representativas hacerlo posible. Se produce así, una extraña simetría, ya que la obra en la mente debiera tener tal “realidad” como para que los planos y perspectivas pudiesen ser considerados relevamientos o croquis tomados de la obra real. Claro está, que durante el proceso de proyectar se hacen múltiples tanteos, de prueba y error hasta llegar a un resultado deseable.Hasta aquél el proyecto pareciera una entidad un tanto platónica pero, sin embargo, tiene orígenes más empíricos. Hay alguien que los encarga, hay un programa, hay, también, materiales, técnicas, emplazamientos, etc. Se supone que el programa define su destino, con lo cual se incluye a sus usuarios más directos. Los materiales y las técnicas son parte entrañable de la idea arquitectónica, no se puede proyectar agregando éstas después.

Un dibujo, una acuarela o un fresco, no son, para un pintor, lo mismo con diferentes técnicas. La implantación y el tratamiento externo es la contribución de la obra para cualquiera que la mire. Así, puede ser un hito o diluirse en el entorno y de esta forma, se incluye en la acción de proyectar la elección del “carácter” que se quiere para la obra.
Durante el proceso de proyectar se parte de hipótesis generalizadoras que se toman, rechazan o se modifican al confrontarlas con la realidad, o sea en este caso, con el grado de cumplimiento con las exigencias programáticas.
Desde un punto de vista docente esto significa ayudar al alumno a realizar sus ideas e imágenes: cualquiera sean, pero cumpliendo con las premisas perdidas. En este tren de ideas el docente debiera, en esos momentos, ser una persona sin “gusto” propio, ya que las críticas no deben provenir del gusto o adhesiones formales sino del análisis de los grados de probabilidad que el alumno tiene para solucionar “sus” planteos.
El buscar que se cumplan las reglas, sin autoritarismos alienantes, ya creando conciencia social en el futuro del arquitecto. No significa imponer arbitrariedades sino, por el contrario definir servicios. Tampoco niega la poesía. Se han escrito sonetos extraordinarios y nadie se ha quejado porque para que un soneto sea tal deben cumplirse claras y precisas reglas; y las reglas no son sólo para escribir sonetos, sirven también, para hacer conciente en el alumno y en los docentes la relación frente a la propia obra y frente a la sociedad.

Desde luego que los proyectos que se hacen en la Facultad son ejercicios en función de la docencia; su “objetividad” se da en el cumplimiento del plan docente y no en la realidad exterior. En rigor el planteo docente es un simulacro de la realidad y debe ser lo suficientemente elástico como para, dentro de líneas generales, adecuarse a los cambios que la relación dialéctica alumno - docente va produciendo. Reconocer el carácter de “ejercicio” de los proyectos no significa excluir del proceso de trabajo todos los aspectos que hacen a la concreción de la idea arquitectónica, o sea, no favorece la proliferación de partidos abstractos sino el “relevamiento” de obras concretas. Con la palabra “Relevamiento” quiero expresar que los trabajos pierden ese carácter abstracto, tan común, y, en cambio, el alumno utilice, a su favor, artística y expresivamente todos los elementos posibles que concurren a concretar el objeto, que las exigencias funcionales, técnicas, climáticas, etc. sean tomadas como sostenes y no como antagonistas del acto creativo. Por este camino se aprende a clarificar el grado de complejidad de cada proyecto. Su correcta evaluación de lo necesario ayuda a desechar soluciones artificiosas o caprichosas como asimismo, puede dar orígenes a formas totalmente originales. Desde este punto de vista por ejemplo, el alumno deberá solucionar en una vivienda como guardar ciertas cosas. Una respuesta es poner “placards” pero, también hay otras que pueden configurar arquitectónicamente un espacio totalmente diferente. En otras palabras, es no aceptar como un dato apriorístico una posible respuesta a una necesidad sino ir al origen de esta. Es en este sentido que hablo de originalidad y no en el correr detrás de lo “diferente” aunque sea forzando todo lo razonable. Estas ideas valen tanto para los planteos paisajísticos, urbanísticos, etc. como para los más domésticos.

Horacio Baliero · 1984

www.puentecomunicacion.com